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Al vivo todo le falta y al muerto todo le sobra
Esta frase se suele utilizar en ceremonias y rituales funerarios para reflexionar sobre la fugacidad de la vida y lo efímero de las posesiones materiales. Expresa una paradoja que invita a valorar cada momento mientras estamos vivos, ya que una vez fallecidos no podemos disfrutar de nada.
Al vivo todo le falta
Durante la vida nos movemos constantemente en busca de aquello que sentimos que nos falta. Anhelamos salud, amor, dinero, éxito profesional, reconocimiento social, etc. Pasamos los días preocupados por conseguir más posesiones, logros y metas. Pero por mucho que obtengamos, nunca es suficiente. Siempre hay algo más que nos gustaría alcanzar. Nada colma por completo nuestras expectativas y siempre tenemos la sensación de que nos falta algo.
Aunque logremos reunir grandes riquezas materiales, en el fondo sabemos que son pasajeras. La salud tampoco está garantizada, por mucho que cuidemos nuestro cuerpo. Las relaciones se pueden deteriorar, el trabajo ideal puede resultar una decepción. Todo es efímero.
Por eso, al vivo siempre le falta algo. Vive buscando, ansiando, luchando por llenar un vacío existencial que parece imposible de llenar. Se aferra a bienes externos pensando que le darán la felicidad, pero pronto vuelve la insatisfacción.
Al muerto todo le sobra
En contraste, cuando una persona fallece ya no necesita nada. No le sirven de nada todas las posesiones materiales que pudo acumular en vida: dinero, casas, coches, joyas, ropa. Tampoco tiene sentido para un difunto el reconocimiento social o profesional¢ los títulos y honores no valen de nada tras la muerte.
El cuerpo inerte tampoco demanda comida, agua, descanso o cuidados. Ya no sufre dolor ni enfermedad. No siente ansias, angustia ni miedo. No le urge conseguir metas ni establecer nuevas relaciones.
Al muerto verdaderamente todo le sobra, porque ha trascendido las necesidades terrenales. Lo material se queda atrás y lo inmaterial carece de significado una vez terminada la existencia física.
Por tanto, la paradoja que encierra esta frase nos invita a reflexionar: ¿Acumulamos en vida cosas que realmente no necesitamos porque en nuestro interior sentimos un vacío? ¿Corremos tras metas externas pensando que nos darán la felicidad?
Quizás ha llegado el momento de reasignar el valor y el significado de lo verdaderamente importante: la salud, los afectos sinceros, el disfrute del presente, la generosidad. Porque cuando llegue la muerte, todo lo demás sobrará.