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Aceptar lo desconocido: la frase de Douglas Coupland sobre la vida después de la muerte
La muerte es el gran misterio de la vida. Tarde o temprano, todos nos enfrentamos a ella, ya sea con la pérdida de un ser querido o con el conocimiento de nuestra propia mortalidad. En esos momentos de dolor y confusión, las palabras de Douglas Coupland resuenan con gran verdad: «En otro tiempo, intenté convencerme de que no hay vida después de la muerte, pero me he descubierto incapaz de hacerlo».
Esta frase, profundamente humana, expresa esa lucha interna por aceptar lo desconocido. Por más que intentemos racionalizarlo, ninguno tenemos certeza sobre lo que ocurre tras la muerte. Solo podemos especular, creer o negar según nuestras convicciones. Pero, en el fondo, prevalece la duda.
Coupland reconoce ese intento fallido de negar la posibilidad de una vida después de la muerte. Quizás en algún momento adoptó una postura escéptica o materialista al respecto. Sin embargo, con el paso del tiempo y la experiencia, descubrió que le resultaba imposible abrazar esa certeza. Algo en su interior le decía que podía haber algo más.
Esta incapacidad de negar rotundamente la existencia de una dimensión trascendente es común a muchos. Solemos aferrarnos a nuestras creencias para encontrar consuelo ante la muerte, pero en nuestro fuero interno anida la incertidumbre. Porque, sencillamente, nadie lo sabe con seguridad.
En los funerales, estas palabras de Coupland resuenan poderosamente. Expresan esa mezcla de dolor y esperanza, de tristeza y anhelo de trascendencia que embarga a los deudos. Revelan esa dualidad del ser humano, que llora la partida del ser amado sabiendo que quizás lo volverá a encontrar en otra vida.
La frase no afirma ni niega la existencia de una vida ultraterrena, simplemente constata los límites de nuestra comprensión. Pareciera decirnos que, por más que nuestra mente se esfuerce, jamás podremos entender del todo el misterio que se esconde tras el umbral de la muerte. Sólo nos queda aceptarlo con humildad.
En ese reconocimiento de lo insondable se abre una puerta a la esperanza. La esperanza no de tener una certeza, sino de trascender los estrechos límites de nuestra mente para vislumbrar un horizonte superior. La muerte quizás no sea el fin absoluto, sino el inicio de una nueva etapa, tan desconocida e inimaginable para nosotros como lo es la vida misma antes de nacer.
Por eso, en un funeral, repetir las palabras de Coupland puede ser un bálsamo para la tristeza de la despedida. Expresan ese anhelo innato de eternidad que todos albergamos, y que ninguna doctrina puede acallar del todo. Un anhelo que, en última instancia, es manifestación del amor que sentimos por aquellos a quienes perdimos. Amor que nos hace desear, o al menos no querer negar, que exista algo más allá de este mundo. Algo donde algún día podamos reencontrarnos.