Contenido del post:
Elige la red social donde compartir la imagen
La muerte es una deuda que todos debemos pagar
La célebre frase «La muerte es una deuda que todos debemos pagar» fue acuñada por el dramaturgo griego Eurípides en el siglo V a.C. Se ha convertido en una máxima universal sobre la condición mortal del ser humano que resuena con fuerza en los funerales y ceremonias fúnebres.
Con esta sentencia, Eurípides nos recuerda que la muerte es el destino inevitable de todo ser vivo. Más tarde o más temprano, sin excepción, habremos de pagar la deuda de la vida con la propia muerte.
Es un mensaje de reflexión sobre lo efímero de la existencia humana. La Parca es la acreedora implacable a la que ninguno podemos eludir y ante la que todos estamos endeudados por el simple hecho de haber nacido.
En los funerales, esta cita cobra un significado especial al poner de manifiesto la irremediable pérdida que supone la muerte de un ser querido. Nos invita a meditar sobre lo frágil y pasajero de la vida, que puede extinguirse en cualquier momento.
Nos recuerda que la muerte nos iguala a todos. Tanto da la edad, la posición social, la fama o la riqueza… cuando llega el momento de la partida definitiva, el dinero y el poder nada pueden hacer. La muerte trata a todos por igual, es la deuda común de la humanidad.
Por ello, en los entierros esta frase constituye casi un epitafio, un resumen cruel pero certero de la condición humana. Y nos invita a valorar más la vida, el tiempo compartido con los seres queridos.
Nos insta a no dar nada ni a nadie por sentado, pues nadie sabe el día ni la hora en que le sobrevendrá la muerte. Esta cita tan lapidaria nos empuja a aprovechar mejor el presente, el hoy, y a entregarnos más a los demás, pues la vida es breve y frágil.
Asimismo, en las exequias, recuerda que aunque la muerte sea inevitable para todos, el recuerdo de los difuntos sigue viviendo en nosotros. La muerte física no debe ser un adiós definitivo, pues nuestros muertos continúan de algún modo entre nosotros mientras mantengamos viva su memoria y su legado.
En definitiva, esta sentencia de Eurípides posee un hondo calado existencial que la hace recurrente en las ceremonias fúnebres. Con ella se transmite un mensaje de prudencia ante lo efímero de la vida, de igualdad en la muerte, y de esperanza en la pervivencia del espíritu de los que se han ido. Una reflexión profunda para afrontar el duelo y para que sepamos aprovechar mejor el tiempo y los afectos mientras estamos vivos.