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Mis Ojos Dos Lunas Atrevidas, Que Embisten A La Decencia
Esta frase poética se utiliza a menudo en contextos funerarios para describir a la persona fallecida. La metáfora de «mis ojos dos lunas atrevidas» representa la mirada intensa y penetrante del difunto, que irradiaba una energía vivaz.
Las «lunas atrevidas» simbolizan la audacia y el espíritu indomable del ser querido. Sus ojos eran como dos lunas llenas, luminosos y expresivos, que transmitían fuerza y pasión por la vida.
«Que embisten a la decencia» se refiere a que la mirada del fallecido era capaz de traspasar las convenciones sociales y la falsa moralidad. No se dejaba intimidar por las normas establecidas, sino que actuaba según su propia brújula moral.
La frase destaca que los ojos del difunto tenían el poder de imponer sus propias reglas, desafiando el decoro y las apariencias. Su mirada frontal irradiaba una energía indómita.
Untando tu vida con sabor y desvergüenza
La segunda parte de la frase, «untando tu vida con sabor y desvergüenza», resalta que el fallecido vivió intensamente, sin tapujos ni prejuicios. Le imprimió sabor y color a su existencia, viviéndola de manera apasionada y audaz.
Se enfocó en disfrutar los placeres de la vida y no tuvo miedo de ir contra las convenciones sociales. Fue genuino y espontáneo, viviendo acorde a sus valores y deseos más profundos.
Su vida estuvo marcada por un espíritu atrevido y desvergonzado. No se dejó limitar por la opinión ajena o las normas establecidas, sino que fue fiel a sí mismo. Esto le permitió experimentar la vida intensamente, con todos sus matices.
Uso en funerales
Esta frase poética se suele utilizar en funerales u homenajes póstumos para personas que vivieron de manera intrépida y apasionada, dejando una huella imborrable en quienes les conocieron.
Captura la esencia vital de aquellos espíritus indomables que no se dejaron domar por las convenciones sociales, sino que brillaron con luz propia y desbordante energía.
Se trata de una metáfora que inmortaliza la mirada penetrante y fulgurante del ser querido, así como su talante audaz y desenfadado ante la vida. Le rinde tributo precisamente a esa chispa irreverente que le definió.
Es una forma poética de elogiar esa capacidad del difunto para vivir de manera genuina y auténtica, guiado por sus valores y anhelos más profundos. Una vida que dejó una estela imborrable en quienes tuvieron el privilegio de compartir su caminar.
Conclusión
En síntesis, esta frase se utiliza en contextos funerarios para ensalzar la mirada desafiante y el espíritu indómito del fallecido. Captura la esencia de una persona que vivió intensamente, sin falsas apariencias, guiada por la brújula de la autenticidad.
Rinde homenaje a un ser que no se dejó domesticar por las convenciones sociales, sino que brilló con luz propia y saboreó la vida sin tapujos ni remordimientos. Una frase que inmortaliza el fuego de una mirada y el ímpetu de un espíritu que dejaron una honda huella en quienes compartieron su paso por esta vida.