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La muerte no nos roba a los seres amados
La muerte de un ser querido es uno de los momentos más duros y dolorosos por los que podemos pasar. Perder a alguien a quien amamos nos deja vacíos y con una profunda tristeza que puede costar superar. Sin embargo, en medio de ese dolor, las sabias palabras del escritor francés François Mauriac nos recuerdan una gran verdad: «La muerte no nos roba a los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente.«
Esta frase se suele utilizar en contextos funerarios, durante el velatorio o entierro de un ser querido. Nos invita a reflexionar sobre el verdadero significado de la muerte y cómo ésta, lejos de arrebatarnos a nuestros seres amados, más bien nos los preserva en nuestra memoria y en nuestro corazón.
La muerte no roba, guarda en el recuerdo
Cuando muere una persona amada, es normal sentir que la hemos «perdido» o que nos la han «arrebatado». Sin embargo, Mauriac nos hace ver que esto no es exactamente así. La muerte lo que hace es guardar a esa persona en nuestro recuerdo, mantenerla viva en nuestro interior a través de los pensamientos, los recuerdos y el amor que le tenemos.
Aunque ya no esté físicamente a nuestro lado, seguirá presente mientras la llevemos en la memoria y en el corazón. Podemos, por ejemplo, recordar sus palabras, sus gestos, sus consejos. Podemos seguir sintiendo el amor que nos tenía y que nos une a ella incluso ahora que no está. De alguna manera, nunca se ha ido del todo.
Es un consuelo saber que nuestros seres queridos fallecidos de algún modo siguen con nosotros, acompañándonos, cuidándonos e inspirándonos desde nuestros más profundos recuerdos y sentimientos. La muerte no puede borrar eso.
La vida sí que roba y separa definitivamente
Mientras que la muerte conserva a los seres amados en la memoria y el corazón, la vida sí tiene el poder de separarnos definitivamente de ellos, incluso cuando siguen con vida.
Esto puede ocurrir por distintos motivos: la distancia física, el paso del tiempo, los malos entendidos, las circunstancias de la vida que nos distancian irremediablemente. Hay personas que, estando vivas, las sentimos como perdidas o robadas porque ya no forman parte de nuestro día a día.
La muerte al menos nos deja el consuelo de los recuerdos compartidos. La vida, en cambio, puede apartar a un ser querido de nuestro lado dejándonos con una sensación de pérdida absoluta, sin posibilidad siquiera de atesorar lo vivido.
Por eso, cuando la vida nos separa de un ser amado, conviene no dar nada por sentado y aprovechar al máximo cada momento compartido. Nadie sabe lo que deparará el futuro.
Un mensaje de esperanza ante la muerte
En definitiva, la conocida frase de Mauriac es un mensaje de esperanza y consuelo ante la muerte de un ser querido. Nos recuerda que el amor y los lazos profundos que nos unen a esas personas especiales perduran más allá de la muerte.
Esta idea reconfortante puede ayudar a mitigar el dolor y la sensación de pérdida absoluta tras el fallecimiento de alguien muy amado.
Aunque ya no esté aquí físicamente, una parte de esa persona permanece con nosotros para siempre, mientras siga presente en nuestros pensamientos y en nuestro corazón. La muerte no puede borrar eso. Sólo nos invita a atesorar esos recuerdos y sentimientos como el bien más preciado.